05/05/2015 Las consecuencias de la obesidad son uno de los principales costos de los sistemas de salud en los países en desarrollo
Dra. Irina Kovalskys
La Dra. Irina Kovalskys es Médica Pediátrica especializada en nutrición. Como parte de su formación, se desempeñó en el Centro de Enfermedades Prevenibles de la Universidad de Stanford, a partir de esa experiencia comenzó a desarrollar trabajos de investigación en epidemiología de obesidad infantil. Se desempeña como docente de la Carrera Universitaria de Obesidad en la Universidad Favaloro y es Coordinadora del Comité de Nutrición, Salud y Bienestar de ILSI Argentina. En una amable entrevista, habla de la necesidad de prevenir en forma muy temprana los problemas de obesidad y explica las características del Programa SALTEN.
¿En qué líneas trabaja el Comité de Nutricíón, Salud y Bienestar?
En los últimos años hemos trabajado más en la línea de obesidad. El Comité, además de hacer actividad docente y científica, tiene sus propios proyectos de investigación. Estos proyectos tienen financiamiento de fundaciones sin fines de lucro ubicadas fuera del país o de otras sociedades científicas, como la ILSI Research Foundation. Al principio, comenzamos tratando de generar información local sobre prevalencia de obesidad para comprender en qué situación está el país y poder dar un diagnóstico en términos de sobrepeso y obesidad. En el 2006 hicimos un primer estudio en el cual relevamos 80 escuelas primarias públicas. Intentamos colaborar con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición que se estaba desarrollando en ese momento, pero que por cuestiones de fondos sólo podía obtener datos de menores de seis años y de mujeres en edad fértil, con lo cual todo lo relativo a la escuela primaria quedaba fuera de la información que podía generar el estado. En ese año, tanto la Encuesta Nacional como nuestro estudio mostraron que en mujeres adultas la prevalencia sumada de sobrepeso y obesidad era del 50%. En escolares la prevalencia estaba entre el 27% y el 33%, variando según el punto de corte utilizado. Y en niños menores de seis años estaba entre el 6 y el 10%.
¿Hay nuevos datos en los últimos años?
Nosotros somos un país en vías de desarrollo, donde estas actividades diagnósticas cuestan mucho en términos de salud pública. El estado todavía no volvió a realizar otra encuesta, la tiene planificada para este año, con lo cual no tenemos datos oficiales nuevos. Pero en los distintos estudios que venimos desarrollando con ILSI en escuelas vemos que el sobrepeso y la obesidad están aumentando en la población escolar. Si bien el último relevamiento que desarrollamos en escuelas de la localidad de Morón no es una muestra representativa, encontramos un 50% de los niños con sobrepeso u obesidad, lo cual es un problema muy importante para el país.
¿Esta situación se puede evitar o prevenir?
La lección que nos va dejando estos estudios es que todas las acciones de prevención deben empezar más temprano, antes de los seis años. Eso no quiere decir que no haya que desarrollar programas para cada grupo de edad, debiera haber programas para menores de seis años, para escolares y para adultos, pero está absolutamente probado que la prevención tiene que empezar muy temprano.
¿Qué se está haciendo en el país?
Las iniciativas a nivel gubernamental son todas de programas muy masivos, que tienen poco impacto a nivel de prevención primaria para evitar que el niño desarrolle la obesidad. Hay sí algunos programas de prevención secundaria, como diagnósticos de situación y centros de salud que trabajan en tratamiento de obesidad infantil. El Grupo de Maternidad e Infancia del Ministerio de Salud ha desarrollado unas guías de prevención y tratamiento que se reparten en centros de salud, centros comunitarios, escuelas, etc.
A nivel de fundaciones sin fines de lucro hay algunas iniciativas. Desde ILSI estamos trabajando desde hace dos años en un programa llamado “SALTEN”, que quiere decir “Sanos, Activos y Libres de Enfermedades Crónicas No Transmisibles”. Es un programa de prevención primaria (porque se trabaja en el total de la población, no solamente en los que tienen la patología) que se desarrolla dentro de un marco científico en escuelas públicas del Municipio de Morón.
¿Qué implica “dentro de un marco científico”?
Lo que se hace en un marco científico permite testear el impacto de una determinada intervención. Se mide el impacto en algunas escuelas donde se desarrolla el programa completo y se lo compara con las escuelas control donde se desarrolla en forma parcial, para probar la efectividad de las acciones. Este programa se encuadra en un marco teórico, que es un modelo socio-ecológico basado en tres aspectos: ambiente, familia y conocimientos. Una pata del programa está en el ambiente, en este caso se lo modifica para que sea menos obesogénico y para que sea más fácil el acceso a algunos factores como la ingesta adecuada o la actividad física. Es decir, que no se quede en el discurso sobre lo que hace bien o lo que hace mal sino que también haya un acceso a alimentos más saludables y a actividad física. Las otras dos patas son la familia y el conocimiento generado a través de la escuela.
SALTEN trabaja con estos tres pilares: el acceso, dando frutas y verduras en los recreos, en un programa muy intenso de alimentación saludable, y modificando el ambiente en los patios para que permitan un mejor desarrollo de la actividad, pintándolos y entregando elementos como sogas, elásticos, pelotas, etc. En el aspecto de conocimiento se desarrolló una currícula escolar que se extiende durante dos años y que es dirigida por la maestra como figura responsable. Y con la familia se trabajan talleres para que los integrantes accedan al programa.
¿Cómo son los resultados?
Los resultados muestran con claridad que en las escuelas donde se brinda el acceso a hábitos saludables, estos hábitos se incorporan naturalmente, lo cual ha sido muy positivo en términos conductuales, pero no tan positivo en términos de prevención de obesidad. Esto se debe a que al empezar con una población tan vulnerable y con tan alta prevalencia de obesidad, no alcanza un programa de prevención. Ya a los diez y once años casi se necesita un programa de tratamiento. Algunas de las lecciones del programa SALTEN son que los hábitos están muy ligados al acceso, que el ambiente juega un rol fundamental en el desarrollo de la obesidad, y que los programas tienen que empezar más temprano para evitar que la patología se instale. Cuando el problema ya está instalado se necesitan intervenciones mucho más intensas, más relacionadas con un programa de tratamiento que de prevención.
¿Este programa es escalable a poblaciones más grandes?
Totalmente. Algo que se sabe sobre obesidad es que la pobreza es muy vulnerable a esta patología. El pobre tiene mayor riesgo de desarrollar obesidad. La vulnerabilidad social y económica es uno de los factores de riesgo más importantes. A la hora de decidir quién debe recibir un programa, si no se puede abarcar a toda la población, se debe elegir a la población más vulnerable y, sin lugar a dudas, empezar más temprano. Otro concepto importante es que no alcanza con un solo componente de la comunidad, sea la escuela, el centro de salud o la dependencia municipal. Todos los actores deben superponerse en términos de prevención para sumar acciones contra la obesidad, porque no es una enfermedad aguda. Cada sector llega a un factor de riesgo y no a la totalidad.
¿Es muy costoso en términos económicos implementar programas de este tipo?
Es caro y es barato. Si bien desarrollar un programa tiene su costo, las consecuencias de no desarrollarlo tienen costos mucho más altos. Desconozco si el estado tiene medido el impacto en salud pública que tiene la colocación de un stent, una cirugía cardiovascular, una amputación de un miembro o la entrega de tiras reactivas o de insulina para el control de la diabetes. Pero está demostrado en publicaciones internacionales que esos costos siempre superan a los de la prevención.
Lo que pasa con la prevención es que sus tiempos trascienden las etapas gubernamentales; un programa debe tener un plan estratégico a largo plazo. En nutrición se habla de plazos entre 20 y 50 años. Es muy difícil que un programa tenga resultados a uno o dos años. En general se necesita un buen tiempo de diseño -donde se lo piensa y se calcula su costo-, un tiempo de implementación y un tiempo muy largo de intervención. Y además tienen que ser implementado por el secretario de salud pública, pero también por el secretario de educación, el de acción social y el de atención primaria. Si eso no se hace, se termina invirtiendo mucho dinero en las consecuencias de la obesidad, que son uno de los principales costos –sino el primero- de los sistemas de salud en los países en desarrollo.
¿El sector privado también tiene su papel en esta lucha?
Sin lugar a dudas. Como todo en la vida, cada uno tiene que cumplir el rol que le toca. La sociedad tiene la obligación de acceder a la información que existe para cuidarse a sí misma, y eso vale desde lo individual hasta lo social. Las empresas de alimentos trabajan mucho para acceder a la información científica para modificar los productos en pro de la salud de la población. Todos los aspectos, desde la producción de un alimento hasta la comercialización, e incluso el marketing de un producto, deben basarse en la evidencia científica disponible en términos de prevención de la obesidad. En países muy desarrollados –como podría ser Noruega u Holanda- se habla de producción responsable, pero también de consumo responsable. Se apunta a tener el mayor conocimiento posible sobre prevención de salud, actividad física, ingesta, balance energético, hidratación, etc.
¿Qué papel debería tener la industria de alimentos?
Creo que está en el camino correcto en términos de informarse con la adecuada evidencia científica y de amigar sus productos con la salud y el ambiente. Pero también la industria debe –como toda la sociedad- entender que la obesidad es una enfermedad absolutamente multifactorial y que la modificación de un producto no va a modificar la situación de obesidad de una población. Hay una cantidad de otros factores que influyen en el desarrollo de obesidad en un individuo o una sociedad. La industria debe tratar de mostrar eso y no solamente modificar un producto. Cualquier alimento, por más saludable que sea, comido en exceso supera el balance energético, y si se consume desbalanceado con respecto a otros alimentos va a haber exceso de un nutriente y déficit de otros.
La industria de alimentos puede transmitir desde su comunicación institucional que un balance energético equilibrado depende de muchos factores, que van desde un embarazo saludable, tener un bebé de peso adecuado, cuidar la conducta alimentaria durante los primeros años de la vida, cuidar la salud durante la primaria no sólo en términos de lo que no debe consumir el niño sino sobre todo en términos de lo que sí debe consumir. Y en la edad adulta tener la comunicación correcta para aclarar que el balance energético no se trata sólo de alimentarse con buenos o malos productos sino también de tener una vida saludable. Muchas veces habrá que cambiar la comunicación en términos de alentar el consumo hacia alentar un consumo responsable. En la prevención tiene un gran rol la educación.
Comentarios
No hay comentarios aún
Escriba un comentario
Para poder escribir un comentario, debe ser usuario registrado.